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martes, 18 de febrero de 2014

Capítulo 2: Parte 2

De 10 al 13 de febrero de 2014. Iván Fuentes. Dependencias policiales.


Amaneció, y todo estaba exactamente igual que el día anterior, salvo por la desaparición del dolor de cabeza, que había ido menguando al tiempo que Iván había sudado la ginebra. Pero la sed continuaba, y se atenuaba y el tipo orondo también empezó a quejarse de lo mismo. Su cara estaba más pálida aún, y las manchas azules de la nariz y las rechonchas mejillas se habían hecho más grandes, conquistando la piel pálida y venosa. Parecían enormes varices, salvo que no le habían salido en las piernas, precisamente.
-¿Por qué estás aquí?- Preguntó Iván.
-Me peleé con un tipo. Estaba loco. Me mordió en el brazo y lo golpeé con una piedra.- Dijo, señalando el antebrazo. Tenía la marca de una dentadura perfectamente distinguible, y alrededor de ella, la piel presentaba un color gris y enfermizo.
-Un médico tendría que  mirarte eso.- Dijo Iván, y como respuesta el tipo apestó el aire con otro de sus eructos.
-Empiezo a pensar que ha pasado algo.- Volvió a decir Iván.- Todo esto es muy raro.
Iván se pasó gritando entre los barrotes toda la tarde, pero el resultado fue el mismo. Y anocheció otra vez. Iván estaba echado en la estrecha cama metálica cuando escuchó un ruido proveniente del pasillo. Eran unos pasos, alargados y titubeantes, como si alguien arrastrara los pies y dudara entre paso y paso, y el autor de ellos parecía acercarse a los barrotes. Iván se incorporó y agudizó el oído. Era la primera vez en más de veinticuatro horas que oía algo que no venía del tipo de las flatulencias, o de él mismo.
 -¡Eh!- Gritó.- ¡Sáquenos de aquí!
Pero de nuevo no respondió nadie. Intuía una presencia de pie, frente a los barrotes, pero estaba en silencio.
 -Eh, tú.- Susurró al tipo que estaba con él.- Hay alguien en el pasillo, enfrente de la celda.
-Me duele mucho.- Dijo, con un quebradizo hilo de voz.- Me duele todo el cuerpo.
Iván se incorporó y se acercó despacio a los barrotes. La oscuridad era inescrutable.
-¿Agente?- Preguntó, con voz temblorosa.
Algo le había paralizado las piernas. Una intuición negativa. Entonces percibió una respuesta, una especie de gruñido animal, e Iván se alejó de los barrotes de un salto. Se quedó de pie, petrificado, preguntándose aterrado que le ocurría al tipo (estaba convencido de que había uno muy cerca de los barrotes) que oía olfatear el aire. Se quedó así un tiempo inconcreto, hasta que oyó nuevos pasos, esta vez alejándose y perdiéndose por el pasillo.
Amaneció la segunda mañana que permanecían allí, abandonados. El tipo orondo seguía sentado, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas, exactamente igual que siempre. Iván estudió el pasillo. Ni rastro de aquel que los había visitado la noche anterior. El compañero de infortunios estaba tal y como lo había visto desde que lo encerraron dos noches atrás. Daba impresión que no había dormido nada, ni siquiera que se hubiese movido. Parecía aún más demacrado y los eructos y las flatulencias se habían hecho insoportablemente más frecuentes durante la noche, pero ahora nada. Iván casi echó de menos aquellas emanaciones gaseosas, ahora sentía que el corazón le daba un vuelco cuando comprobó que su pecho no se movía. El tipo no respiraba. Iván alargó la mano y le dio un pequeño empujón en el hombro, y el tipo se movió mecánicamente hacia un lado, cayendo inerte. Estaba muerto.

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